martes, 8 de julio de 2014


La Navidad de Jaimito

Reflexiones | 10501 lecturas
Se acercaba la Navidad y Jaimito escribió como cada año su carta a Jesús, aunque este año tenía una petición muy especial: 
Querido niño Jesús:
Este año me he portado muy bien, he sido obediente y he estudiado mucho, por eso quiero pedirte que me traigas una bicicleta nueva.
Atentamente, Jaimito 
Pero al colocar la carta junto al pesebre, se dio cuenta de que la figura de la Virgen Maria lo miraba fijamente. Jaimito se sintió incomodo, rompió la carta y escribió otra nueva. 
Querido niño Jesús:
Este año me he portado más o menos bien, a veces he obedecido, aunque no he estudiado demasiado, pero por favor tráeme una bicicleta.
Cordialmente, Jaimito.  
Cuando se disponía a colocar la carta junto al pesebre, sintió de nuevo la mirada de la Virgen Maria que lo observaba fijamente. Nervioso, Jaimito volvió a romper la carta y se dispuso a escribir otra.
Niño Jesús:
No me he portado muy bien este año, no he sido obediente y los estudios me fueron fatal. Pero tú eres bueno y siempre tienes misericordia, además si me traes una bicicleta, prometo que a partir de ahora me portaré bien. Sin más, Jaimito.
Fue de nuevo al pesebre para dejar la carta pensando que esta vez había sido sincero y que por lo tanto no habría problemas, pero se equivocó. La Virgen María seguía mirándole seriamente. Harto ya de esta situación, rompió el sobre y desesperado sacó la imagen de la Virgen María del pesebre y la puso en una bolsa de plástico que luego escondió entre la ropa de su cómoda. A continuación Jaimito con una expresión “extraña” en su rostro escribió una nueva carta.
Jesús: Tengo a tu madre. Si quieres volver a verla, deja una bici al lado del pesebre. Por cierto no lo comentes con nadie, en especial con la policía. Jaimito
Nos reímos porque es un cuento, pero ¿Cuántas veces actuamos así con Dios? Primero le pedimos poniendo como garantía a nuestra petición todos nuestros logros y buenas obras. Si no funciona, apelamos a su amor y misericordia, con el único fin de que el chantaje emocional surja efecto y conseguir así lo que nos interesa.
Cuando comprobamos que Dios no se deja manipular, acabamos confesando nuestra realidad, pero no con arrepentimiento o ganas de cambiar nuestra conducta, sino simplemente como formula que creemos puede ablandar Su corazón.
Al final hartos de esperar su respuesta, actuamos a la desesperada y somos capaces de cualquier cosa para presionarlo.
Con nuestros hechos no llegamos tan lejos como Jaimito, pero en nuestro corazón y nuestra mente muchas veces tratamos de darle a Dios un ultimátum.
Así no funciona, ya lo dice la Palabra de Dios,
“Pedís y no recibís, porque pedís mal. . 

El Tren de la Vida

Familia | 394669 lecturas
La vida se asemeja a un viaje en tren. Con sus estaciones y cambios de vía, algunos accidentes, sorpresas agradables en algunos casos, y profundas tristezas en otros…

Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con nuestros padres, creemos que siempre viajarán a nuestro lado…  Pero en alguna estación ellos se bajarán dejándonos seguir el viaje, de pronto nos encontraremos sin su compañía y su amor irreemplazable...

No obstante, muchas otras personas que nos serán muy especiales y significativas, se irán subiendo al tren de nuestra vida...  Nuestros hermanos, amigos y en algún momento, el amor de nuestra vida...

Algunos tomarán el tren, para realizar un simple paseo… Otros durante su viaje pasarán por momentos de oscuridad y tristeza… Y siempre encontraremos quienes estén dispuestos ayudar a los más necesitados…

Muchos al bajar, dejan un vacío permanente… otros pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta que desocuparon sus asientos...

Es curioso ver como algunos pasajeros, aún los seres queridos, se acomodan en coches distintos al nuestro… Durante todo el trayecto están separados, sin que exista ninguna comunicación… 

Pero en realidad, nada nos impide que nos acerquemos a ellos si existe buena voluntad de nuestra parte…  De lo contrario, puede ser tarde y encontraremos a otra persona en su lugar…

El viaje continúa, lleno de desafíos, sueños, fantasías, alegrías, tristezas, esperas y despedidas...  

Tratemos de tener una buena relación con todos los pasajeros, buscando en cada uno, lo mejor que tengan para ofrecer. En algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos… pero recordemos que nosotros también, muchas veces, titubeamos y necesitamos a alguien que nos comprenda.
El gran misterio para todos, es que no sabremos jamás en qué estación nos toca bajar. Como tampoco dónde bajarán nuestros compañeros de viaje, ni siquiera el que está sentado a nuestro lado.

A veces pienso en el momento en el que me toque bajar del tren. ¿Sentiré nostalgia, temor, alegría, angustia...?  Separarme de los amigos que hice en el viaje, será doloroso y dejar que mis hijos sigan solos, será muy triste. Pero me aferro a la esperanza de que en algún momento, tendré la gran emoción de verlos llegar a la estación principal con un equipaje que no tenían cuando iniciaron su viaje.

Lo que me hará feliz, será pensar que colaboré para que ellos crecieran y permanecieran en este tren hasta la estación final.

Amigos…hagamos que nuestro viaje en este tren tenga significado, que haya valido la pena.

“Vivamos de manera que cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro asiento vacío, deje lindos recuerdos a los que continúan viajando en el Tren de la Vida”

FELIZ VIAJE!!!

Una visita especial

Ánimo | 17551 lecturas
Ruth miro en su buzón del correo, solo había una carta. La tomó y antes de abrirla notó que no tenía sello, solamente su nombre y dirección.

Querida Ruth:
Estaré en tu vecindario el sábado en la tarde y pasaré a visitarte, por la noche. Con amor, Jesús
Sus manos temblaban, no podía creer lo que había leído.
¿Por qué querría venir a visitarme el Señor?  No soy nadie especial, no tengo nada que ofrecerle...
En ese momento, Ruth recordó el vacío reinante en los estantes de su cocina.
No tengo nada para ofrecerle. Tendré que conseguir algo para la cena.
Buscó en la cartera y dejó caer el contenido sobre la mesa:
Cinco pesos y cuarenta centavos. Compraré algo de pan y alguna otra cosa…
Se puso un abrigo y se apresuró a salir.
Un kilo de pollo, medio de pan  y un litro de leche...

De camino a casa, Ruth escuchó una voz:
¿Señora, señora....nos puede ayudar?
Ruth estaba tan absorta pensando en la cena, que no pudo ver a las personas que le llamaban.
Eran una pareja, se los veía muy mal, sucios, harapientos.

Mire, señora no tengo empleo, mi mujer  y yo hemos estado viviendo en la calle, desde hace tiempo, tenemos mucho hambre y frío, no tenemos nada, podría usted ayudarnos....

Ruth los miro con más cuidado, estaban muy sucios y evidentemente desnutridos, en ese momento pensó que ellos podrían obtener algún empleo si realmente quisieran.

Señor, quisiera ayudarles, pero yo también soy una mujer muy pobre, tengo solo un poco de pan y muy poca comida que esta destinada a un importante huésped, que vendrá a visitarme esta noche. 

Esta bien señora, entiendo, gracias de todos modos y perdone la molestia. El hombre puso su brazo sobre los hombros de su esposa y se fueron. 
Al verlos irse así, Ruth sintió un fuerte latido en su corazón y gritó: ¡Señor, Señor espere!

La pareja se detuvo y vieron como Ruth corría hacia ellos. Por favor, acepten esta comida, ya se me ocurrirá algo para servir a mi invitado...Y le entregó la bolsa con los alimentos.
¡Gracias, señora, muchas gracias! ¡Si, gracias!, dijo la mujer temblando de frío.
Sin pensarlo, se quitó el abrigo y lo puso sobre los hombros de la mujer.
Sonriendo y llena de gozo por lo que había hecho, Ruth, volvió a su casa, sin nada en sus manos, tiritando de frío y con la alegría por un lado de haber hecho el bien y por otro con la tristeza de no tener nada para la cena.
Antes de abrir la puerta se dio cuenta de que había otra carta, con las mismas características que la anterior, sin sello, ni remitente. Tomó el sobre y lo abrió:

Querida Ruth:
Gracias por la deliciosa cena y gracias  también por el hermoso abrigo. Con amor, Jesús
  

Mejor es Dar que Recibir

Ánimo | 52462 lecturas
David recibió un lujoso automóvil como regalo, de su hermano.
Para estrenarlo salió de su oficina y se encontró con un niño que admiraba su coche nuevo.
Señor, ¿este es su coche? preguntó el niño.
Si es mío, mi hermano me lo regaló.
¿Quiere decir que su hermano se lo regaló y a usted no le costó nada? El niño se quedo soñando y pensando... y empezó a decir  ¡Como me gustaría...!
David creía saber lo que el niño iba a decir, que le gustaría tener un hermano así, pero lo que el niño realmente dijo, estremeció a David…….
Como me gustaría poder ser un hermano así.
David miró al niño con asombro, y añadió: ¿Te gustaría dar una vuelta? ¡¡¡Ah sí, eso me encantaría!!!
Después de un corto paseo, el niño le miró con sus ojos chispeantes y le dijo:
Señor... ¿No le importaría que pasáramos frente a mi casa?
David sonrió. Creía saber lo que el muchacho quería, enseñar a sus vecinos que podía llegar a su casa en un gran automóvil, pero de nuevo, David se equivocó.
¿Se puede detener donde están esos dos escalones?
Subió corriendo y al rato regresó, pero no venía solo, traía consigo a su hermanito lisiado.
Lo sentó en el primer escalón, mirando hacia el coche.
¿Lo ves Juan? allí está, tal como te lo dije…..su hermano se lo regaló, a él no le costó ni un centavo. Algún día yo te voy a comprar uno igualito, entonces podrás ver por ti mismo todas las cosas bonitas que te he contado.
David, bajó del coche y subió a Juan en el asiento delantero.
El hermano mayor, con sus ojos radiantes, se subió tras de él y los tres comenzaron un paseo memorable.
Ese día, David comprendió lo que Dios quería decirle: "Es más hermoso dar que recibir"
No te olvides de: Dar amor, dar esperanza, dar ánimo....
Dar sin pedir nada a cambio, es un regalo.
Decidamos ser personas predispuestas a DAR a todos los que necesitan, ya que una simple actitud puede cambiar una vida!
“Todo el bien que hagas a tus semejantes, lo habrás hecho para Dios”