domingo, 26 de enero de 2014

reflexión  de accidentes automovilismo
Nunca es tarde para entender la vida y averiguar quienes somos de verdad, pero más vale tarde que nunca. Si podemos anticipar en nuestra situación presente algún destello de esa luz póstuma, podremos también ganar equilibrio y valor para continuar con la tarea trazada. La sana conciencia de que "la vida no va a durar siempre" confiere el debido sentido de la proporción a cuanto hacemos y sentimos, sea mucho o poco, agradable o desagradable. 
En otras palabras y haciéndolo un poco más asequible: ​entendemos la vida cuando aceptamos la muerte. No se trata propiamente del capricho medieval que hace años tengo de tener una calavera sobre la mesa de trabajo para recordar la transitoriedad de la vida terrena. De lo que se trata es de ganar perspectiva e integrar la muerte en la fe de la verdadera vida. 
 
Desde la atalaya de la fe no hay oscuridades, no hay emboscadas, no hay miedos. Ahora sé que cada situación es gracia, pues "Todas las cosas contribuyen para el bien a favor de aquellos que aman a Dios". Su mano está detrás de cada suceso, su rostro se dibuja en cada acontecimiento. Las cosas tienen sentido porque Él las conoce, y la muerte es gozo porque lleva a Él. 
Esa es la lección que me ha brindado un accidente automovilístico que me hubiese generado la muerte hace apenas tres días. Por razones de providencia Divina no fue así, al final Dios sabe lo que hace.

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